ANNA FREUD

Si las ideas son claras, las palabras lo serán también

(Anna Freud)

Nada mejor que esta frase puede definir la esencia del pensamiento de la única de los hijos de Freud que seguiría sus pasos en el mundo psicoanalítico. Pocas veces se han superado la sencilla claridad y la elegancia de sus formulaciones. Fue famosa por ser una de los pocos psicoanalistas capaces de dar una conferencia sin recurrir a un texto escrito previamente. A pesar de que empezó a asistir a las reuniones de su padre a la edad de trece años, fue siempre, hasta su muerte, una mujer de gran modestia que nunca se vanaglorió de la importancia de sus contribuciones a la teoría y a la práctica del psicoanálisis. Ha llegado el momento de restituir a Anna Freud el sitio que le corresponde en el mundo psicoanalítico en el cual parece estar, después de su muerte, relegada injustamente al olvido.

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CAMILLE CLAUDEL 1915

Bruno Dumont se aleja de la historia de amor turbulento entre el escultor Auguste Rodin y su discípula Camille Claudel. Relación ésta  que llevó a  la pantalla Bruno Nuytten en La pasión de Camille Claudel (1988). Isabelle Adjani interpretaba al mismo personaje real que encarna ahora Juliette Binoche.

Dumont narra  3 días en la vida de Camille durante su internamiento en  el asilo de Montdevergues próximo a Avignon. La artista espera con anhelo la visita de su hermano, el escritor Paul Claudel, único puente de esperanza entre ella y el mundo fuera del manicomio.

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El director expresa  el lento y denso devenir del tiempo y no su longitud. Si acaso, los acontecimientos del pasado aparecen de forma tangencial a través de las  rememoraciones de Camille y de su trágica  historia de amor  durante 15 años con Rodin.  En 1883, con 19 años, había entrado como discípula  al taller de su maestro quien posteriormente fue su amante. Aunque no de forma explicita, la figura del escultor planea  sobre el entorno y sobre los sentimientos de hostilidad y fantasías de  persecución de la amante hacía su maestro.
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UN SORDO QUE GESTÓ LA MÚSICA MÁS MARAVILLOSA

Acerca de Beethoven a los 187 años de su muerte

«Fidelio y la Oda a la alegría, esas flechas del idealismo revolucionario. Beethoven, el Prometeo que es castigado por los dioses y magnificado, porque nos ha dado el fuego nuevo, la chispa divina», Pierre Boulez (Puntos de referencia).

Los seres humanos tenemos, entre otros rituales, los correspondientes a la libertad, ese lugar donde lo más esplendoroso del espíritu y lo más estremecedor de la carne hacen de una dicotomía siempre frustrante un acorde único y espléndido. Los pentagramas de Beethoven son uno de los espacios donde se asienta ese ritual de la libertad. Esa música que signa nuestra vida cotidiana, nuestra sensibilidad, nuestras costumbres. Los derechos del hombre son el titular de la batalla que el ser humano libra por la convivencia armónica, los derechos elementales y la solidaridad social. Cuando Leonard Bernstein, ante la caída del muro de Berlín, dirigió frente a la puerta de Brandemburgo una interpretación conmovedora de la Novena Sinfonía de Beethoven en la que la palabra alegría (Freude) fue sustituida por libertad (Freiheit), dio en la tecla de lo que esos pentagramas de Beethoven significaban para la humanidad, adquiriendo su validez universal y por ello transformándose en alegoría cósmica de un hombre sordo y libre.

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El espíritu iluminista de Beethoven (la fraternidad humana, el triunfo de la verdad, la lealtad, la lucha por el triunfo del amor, la exaltación del héroe, los ideales de la libertad, la lealtad, la perseverancia y el sacrificio) junto con su pasión romántica, hacen de él el portavoz de un sentido del mundo complejo, alejado de caminos de sentido único. Cuando en Fidelio, el coro de los prisioneros, exalta la alegría de su liberación, lo que está en juego, reivindicando su validez ecuménica, es justamente el derecho a la libre expresión de nuestras vidas, a liberarnos de los catacúmbicos recesos de la celda, a poder gritar nuestra esencia de seres humanos sin renuncias ni postergaciones.«¡Oh, libertad, vuelve a nosotros!» dibujan las gargantas hasta un momento antes atenazadas.

Beethoven, más que cualquier músico, ha sido objeto de diversas interpretaciones. La densidad humana del personaje, sus arrebatos temperamentales, sus dramas familiares, su vocación ética, su aislamiento, lo han trasformado en la insustituible voz del humanismo. Gustav Mahler lo llamó «heftig ausbrechend« («la violenta erupción») y eso fue Beethoven, un mar bravío que hizo del ser humano el destinatario de lo más noble que lo humano ha podido gestar. Por eso es de justicia imperecedera recordarlo también en estas fechas.

 

Arnoldo Liberman y Ariel Liberman